Andorra 2008: viaje de pirados (I)

Tras dos días de intensa recuperación a base de dormir, dormir y dormir, así como de media tarde seleccionando y corrigiendo fotos, estoy en condiciones de contar al mundo mi última experiencia lúdico-vacacional: 5 días de viaje a Andorra para esquiar.

A modo de resumen, diré que desde el comienzo todo se empezó a torcer y resultó una auténtica locura de viaje, pero por suerte todo se fue solucionando y yo al menos me lo pasé muy bien. Recomiendo a todo el mundo un viaje de este tipo por lo menos una vez al año, pues no sólo vale para hacer deporte de invierno y quemarse la cara sino que es perfecto para desconectar por completo de la rutina y para pasárselo genial con buena compañía. Si además tenéis la «suerte» de que tanto la ida como la vuelta se conviertan en una aventura o casi casi una odisea, mejor que mejor 😉

Por cierto, la imagen que encabeza esta entrada es la que considero la mejor foto que ha dado este viaje: Álvaro ejecutando el ataque de la grulla al más puro estilo Karate Kid pero con esquís (vaya saltito!).

Cargados de ganas, provisiones, juegos de PS2 y aparatos electrónicos varios, salimos de Santiago el domingo 24, bien tempranito (8:15 aprox.), con la idea de llegar a Andorra lo antes posible para acomodarnos en el apartamento, cenar tranquilamente y darnos una vuelta antes de coger la cama. Un buen planteamiento, sin duda, pues los 1.150 kms. de distancia se podrían cubrir en poco más de 12 horas, llegando exactamente con el tiempo suficiente para hacer lo previsto sin ninguna prisa.

Bien, nada más lejos de la realidad, pues tras parar por primera vez a repostar, no sin antes habernos pasado el primer desvío, nos encontramos con que «la furgo» no arrancaba (ooops! qué extraño que se quede sin batería tras unos 300 kms. de ruta, no?). Aquí empezó nuestra gran cruzada para intentar llegar a Andorra, que relataré en las siguientes líneas, pues me parece lo suficientemente ridículo y gracioso como para centrar esta entrada en ello.

Como somos chicos espabilados, pensamos que quizá se había estropeado la batería y ya no admitía carga, así que arrancamos empujando (por suerte, la Hyundai H1 arranca muy fácilmente con la marcha atrás) y decidimos que ya compraríamos una batería al llegar a Andorra la Vella (ya he dicho que era domingo?). El resultado de esta sabia decisión lo comprobamos a los pocos kilómetros, lo cual nos dio una pista de que tendríamos que hacer algo para solucionarlo si queríamos seguir en ruta al caer la noche, ya que sin batería no hay luces, claro. A pesar de todo, como somos valientes, decidimos no dejarnos intimidar por la situación y continuamos sin parar mientras pudiésemos.

Poco después empezamos a notar que el nivel de energía de la batería estaba alcanzando niveles realmente preocupantes: los limpiaparabrisas y los elevalunas dejaron de funcionar y el encender la más mínima luz (intermitentes, freno,…) significaba perder el cuadro de mando, como se ve en el vídeo. Nos convencimos de que había que parar a arreglarlo inmediatamente cuando incluso la luz de freno e intermitentes dejaron de funcionar definitivamente (realmente lo único que seguía funcionando era el motor y los frenos, eso sí sin servo), así que nos detuvimos poco antes de Burgos en busca de una solución. Conseguimos persuadir a un amable lugareño, que tuvimos que ir a buscar al bar de sus familiares, de que postergase media hora su comida y nos abriese su taller, e inmediatamente detectó el problema: el alternador estaba flojo (había perdido el tornillo tensor) y las correas se habían salido. Pese a ser buena gente, su amabilidad tuvo ahí su límite y nos instó a que llamásemos a asistencia en carretera, cosa que por supuesto a nosotros nos estropearía el viaje impidiéndonos continuar y llegar en el día a nuestro ansiado destino. Qué hacer? pues está claro: arrancar de nuevo empujando y buscar otro taller jeje.

 

Tras una serie de gestiones telefónicas localizamos un taller 24 horas en Burgos, justo cuando ya estábamos a punto de continuar hacia Logroño a probar suerte.

 

Como hubo que esperar 1 hora a que el mecánico volviese de encender otro coche en Palencia, aprovechamos para comer al lado de un parque. Entre el jamón y la tortilla que desinteresadamente nos proporcionó mi madre y alguna cosilla más, recuperamos la compostura y la alegría rápidamente. A base de comida, guitarra y yembe, quién no lo haría?

Incluso tuvimos tiempo para tomarnos algo en un bar y hacer alguna que otra foto.

Tras la espera, conseguimos que nos hiciese un «apaño» para tensar el alternador que, todo sea dicho de paso, quedó bastante bien y pudimos reemprender la marcha. A destacar lo que se puede encontrar uno en las tapas inferiores de su coche cuando los mecánicos habituales son un poco despistados:

A estas alturas ya acumulábamos un buen retraso sobre el plan previsto, pero ya con los nervios calmados todavía podíamos llegar sobre medianoche, así que llamamos al apartahotel para que nos dejasen la llave en recepción. Lástima que otra vez nos volviésemos a pasar el desvío, en este caso hacia La Seu d’Urgell, en la autopista a Lleida xD. Tras un par de llamadas al señor Aleks para intentar enterarnos de dónde estábamos y hacia dónde ir (qué fácil habría sido llevar un mapa), acabamos yendo por carreteras comarcales puesto que ya no nos compensaba volver al desvío, según nos confirmaron los amables guardia civiles que nos encontramos al salir de dicha autopista, eso sí, previo registro de la furgoneta y todo lo que llevábamos.

Una vez superados la identificación y el minucioso examen de estos hombrecillos que cuidan de los demás, reemprendimos nuevamente la marcha con un poco más de retraso y ya del tirón hasta la frontera, donde nos volvimos a encontrar con un estupendo registro del vehículo, esta vez por cortesía de la policía fronteriza andorrana. Eran prácticamente las 2:00 AM y tras las habituales e insistentes preguntas sobre la posesión de drogas o sustancias ilegales en el pequeño país, bajo amenaza de sacar a los perros, nos desearon una feliz estancia y pudimos, ahora definitivamente, continuar nuestro camino sin más interrupciones hasta Soldeu.

Como os podéis imaginar, acabamos un poco cansados de sacar tantas veces el DNI y de tantas horas de viaje así que cuando llegamos a Soldeu, donde supuestamente teníamos el apartamento, no lo conseguimos localizar por ningún lado. Resultó estar como uno o dos kilómetros más adelante del pueblo de Soldeu, concretamente en Bordes d’Envalira, pero nos costó un buen rato enterarnos. Por fin habíamos llegado!! sobre las 3:00 AM y más cansados que la leche, pero podríamos esquiar al día siguiente así que estábamos contentos después de todo. Descargamos la furgoneta, cenamos algo y nos fuimos a dormir.

El resto del viaje y fotos en la siguiente entrada.